martes, 9 de abril de 2019


Sé que estás ahí



- No quiero encender la luz. Sé que estás ahí, pero no sé si vienes con compañía.
Pablo siente los latidos del corazón en las sienes y empieza a dolerle la cabeza. Demasiadas emociones en estos últimos días. Sus palabras han sonado como si estuviera en la entrada de una enorme iglesia, pero no hay eco, al contrario, sólo silencio espeso del que se come las palabras.
La habitación de su apartamento es pequeña y la distancia hasta la puerta de salida es poca, pero probablemente no pueda salir. “No me dejará, si está aquí, no me dejará” piensa con cierto grado de resignación.
Los muebles parecen cobrar vida y las sombras no son amistosas. Apenas lo acompañan un sofá, una cama, una mesa y cuatro sillas en el salón-dormitorio-cocina de su apartamento, y no se puede pedir más por el precio que paga.
La sombra de la silla junto a la pared parece moverse. El corazón de Pablo se para durante un segundo, para descubrir que era la luz de un coche que se había colado por la ventana.
“No estoy loco, no estoy loco, todo es real”
Durante un segundo cierra los ojos y la oscuridad se vuelve absoluta. Se centra en el oído y escucha con ansiedad.
Nada.
“Se ha movido, sé que se ha movido y se acerca”. Pablo abre los ojos y se pega aún más a la pared. Lleva 45 minutos hecho un ovillo en el suelo bajo la ventana que da a la calle y sabe que lo que ha hecho instintivamente no sirve de mucho, no puede protegerse. Sólo queda una cosa por hacer y sabe lo peligroso que puede ser. Ahora sabe que puede haber cosas peores que la muerte, mucho peores…

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