Sé que estás ahí
- No quiero
encender la luz. Sé que estás ahí, pero no sé si vienes con compañía.
Pablo siente los latidos del corazón en las sienes y empieza a dolerle la
cabeza. Demasiadas emociones en estos últimos días. Sus palabras han sonado
como si estuviera en la entrada de una enorme iglesia, pero no hay eco, al
contrario, sólo silencio espeso del que se come las palabras.
La habitación de su apartamento es pequeña y la distancia hasta la puerta
de salida es poca, pero probablemente no pueda salir. “No me dejará, si está
aquí, no me dejará” piensa con cierto grado de resignación.
Los muebles parecen cobrar vida y las sombras no son amistosas. Apenas lo
acompañan un sofá, una cama, una mesa y cuatro sillas en el
salón-dormitorio-cocina de su apartamento, y no se puede pedir más por el
precio que paga.
La sombra de la silla junto a la pared parece moverse. El corazón de
Pablo se para durante un segundo, para descubrir que era la luz de un coche que
se había colado por la ventana.
“No estoy loco, no estoy loco, todo es real”
Durante un segundo cierra los ojos y la oscuridad se vuelve absoluta. Se
centra en el oído y escucha con ansiedad.
Nada.
“Se ha movido, sé que se ha movido y se acerca”. Pablo abre los ojos y se
pega aún más a la pared. Lleva 45 minutos hecho un ovillo en el suelo bajo la
ventana que da a la calle y sabe que lo que ha hecho instintivamente no sirve
de mucho, no puede protegerse. Sólo queda una cosa por hacer y sabe lo
peligroso que puede ser. Ahora sabe que puede haber cosas peores que la muerte,
mucho peores…